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domingo, 10 de octubre de 2010

La trivialidad de la vida


Nos cubría un gran manto de estrellas esa noche o, había un montón de estrellas en el cielo y las malditas luces de la ciudad no lo estropeaban, pero el calor, los moscos, los grillos, todo eso lo arruinaba, la luna parecía de película, y el atardecer, también.

En verdad. Había una luna enorme por el este, y un atardecer violeta, naranja, rojo por el oeste, en algún lugar de la ciudad un patético borracho le había dado cran a un transformador y dejó a oscuras la ciudad, tenía sus ventajas, por la luna, las estrellas y el atardecer, todos juntos, pocas veces vistos así.

Pero me he vuelto tan citadina, tan comodina que prefería estar dentro de casa bajo el frescor del aire acondicionado, sería tan fácil si estos de la luz no fueran tan lentos. Y no es que no me gusten esos espectáculos naturales, no, claro que me gustan, pero esos malditos cuarenta y tantos grados a esa hora, son infernales, no se puede respirar igual, no se puede sentir igual.

Pero esto viene a colación porque me pregunto dónde quedaron el disfrute de las noches acaloradas, el disfrute de esas maravillas naturales, por qué tenerle miedo, tirria a esos animalillos que siempre han existido, por qué antes convivía con ellos, jugaba con ellos, ya no existe la trivialidad de las cosas, ¿qué ha sido de ellas? No lo se.

Me propongo rescatar la simplicidad de la vida.

jueves, 7 de octubre de 2010

¿Desde dónde hablas? (7)


Desde la vida misma, la vida de dolor, de lucha, de caminos que nos llevan a algo,
siempre a algo.
Desde la construcción de derechos hasta la creación de cosas bellas
Desde los sentidos exacerbados por las palabras, por el alcohol, por la droga, por la impotencia, por el dolor, por la necesidad de ayudar, de recorrer caminos, por huir.

Desde ese juego de niños que suena a esperanza a recuerdos por vivir
Desde la esperanza perdida y vuelta a encontrar.
Desde dos vidas que nunca coincidieron.
Desde la soledad y el extraño acompañamiento.

Hablo desde el paraíso en la otra esquina, donde se para ese magnífico hombre a contemplar la vida y platicarnosla de la forma más bella, alegre, triste, llena de verdad, de su verdad.

Hablo desde un fragmento entendido y muchos apenas por entender, otros que quizá, nunca entienda, hablo desde lo que he recibido en los últimos años de un Nobel, con premio o sin él, siempre así Vargas Llosa.