Esta es la historia de un amor muy extraño, como todos los amores, sucedió en un mundo donde parece que ya no sucede el amor, entre dos seres que era imposible se encontraran y que en realidad nunca se encontraron, pero se amaron con los sueños y la melancolía que dan los años y las fantasías que se construyen con las ilusiones. Pero hay una razón para que ese no-encuentro se diera como se dio. He aquí el relato de esas vidas extrañas que hacen esta extraña historia de amor.
Ella era una mujer, sí ya una mujer, a veces se comporta como niña grande, es decir actitudes de niña pero madurez de mujer, cosa extraña, sí ya lo sé, pero así era ella. Disfrutaba de su vida menos de lo que debería pero ¿cómo se disfruta de la vida?, quién sabe, todos la concebimos de distinta manera.
Ella creció rodeada de gente, pero abandonada, sola, a veces triste, criada en el seno de una familia tradicional donde eso suponía que la mujer era un ser inferior, donde la moral se convertía en normas estrictas de comportamiento, lo cual podía ser, en ocasiones, un aliciente para la diversión, sobre todo en la edad en que todo parece más fácil, más sencillo y se rompen todas las reglas que se pueden romper.
No valía de mucho de todas formas, esos prejuicios moralistas siempre destruyen la vida de los humanos y Ella no fue inmune a eso, se meten por la piel, y te devoran las entrañas. Ella caminó por la vida buscando razones, encontrando respuestas, creyendo sólo en lo que podía ver, palpar, probar.
Ella caminaba por la vida en un hálito de soledad pero creó un mundo de seguridad a su alrededor de estudio, de conocimiento. Enfrentaba la animadversión con lógica y dejaba de lado los sentimientos puros, sólo los necesarios en la vida, sólo los permitidos en casa ni uno más, nada más de la cuenta, no era decente, pero tampoco debía mostrar debilidad.
Qué hablar de los hombres, nada. Ella nunca pudo llevar un chico a su casa, era pecado, era inmoral, ella jamás debía andar con ningún hombre, además era la menor y tenía la obligación de los padres. Vivía a la sombra de los hermanos muertos, de los hermanos enfermos, del padre que obligaba a las mujeres a doblegar alma y espíritu, de la madre fuerte pero mujer, quién debe enfrentar con entereza lo que dios dispone.
Ella padeció los dolores del espíritu, pero tenía un corazón noble, dulce, capaz de amar y la vida la probó muchas veces, aun ya en la mitad de su vida cuando asumió con valentía y amor el cuidado de su madre.
Un día de esos cuando su madre ya tenía su vejez y enfermedades avanzadas y entre tantas gentes que han pasado por su vida, por su casa, llegó Elisa, una mujer madura, enfermera con poco ejercicio de su profesión, medio patética por cierto, pero Elisa tenía un hermano, un hombre maduro, ya quizá en la recta final de su vida, pero con qué vitalidad seguía ahí y cuando Elisa le platicaba de Ella, Él simplemente se fue enamorando, dejando fluir la imaginación, el deseo, la ilusión que seguramente sería la última de su vida. ¿Y Ella? Ah, bueno Ella volvió a despertar la ilusión.
No se trataba de creer en algo en lo que no se cree, ni de ser alguien que no eres, era una gran mentira, pero una maravillosa mentira.